-Vaya, veo que les gustan mucho los tomates. -Dijo cuando pasaron junto a él, tras mirar de reojo el canasto.
-Sí, nos han salido un poco caros, pero ya sabe, lo bueno hay que pagarlo. -Contestó Héctor estirado con un resto de orgullo.
- ¿Caros? Pero si estos casi los regalan.
- ¿Que los regalan?
- Como todo lo que viene de Taiwán IV.
- ¿De Taiwán IV?
- Pues claro, ¿de dónde cree que son? Sólo tiene que ver el holograma que llevan en la base.
Héctor sacó a toda prisa un tomate de la canasta. Le dio la vuelta en la mano temblorosa para ver el brillo irisado del “Made in Taiwán IV”.
- Ahora, que yo no me los comería. -Continuó el guardia-. Por aquí, a estos los llamamos rompetripas. Les aseguro que son una bomba química. A saber lo que les meten esos malditos asiáticos. Por cierto, son veinte mil, si no le importa.
- ¿Veinte mil? -Creció la tiritona de Héctor.
- Sí, es la multa por transportar alimentos sin envase registrado. Aquí tiene el recibo.
Héctor resopló cuando al final de la curva se abrió la arboleda y apareció el aparcamiento. El estómago ya le estaba matando sin contemplaciones. Sin querer, miró una vez más el patético contenido del cesto. Esperó a Paula, que caminaba tras él, cabizbaja, arrastrando por la arena sus zapatillas hidráulicas estrenadas para la ocasión.
- Paula. -Dijo con un último suspiro.
- ¿Sí, Héctor?
- ¿Tú sabes si a los del diecisiete les gustan los tomates?
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TOMATES CINCO-DOBLE-CERO
